martes, 5 de marzo de 2013

La ciudad de los templos prohibidos






       Angkor fue la capital del antiguo imperio Jemer, estuvo escondida por siglos.



       Conserva más de 100. El imperio desapareció en el siglo XV.


       En la selva se erige Angkor, una ciudad que llegó a tener 1.000 templos.

       Desde 1992 es patrimonio de la humanidad y centro de turismo.



 
                                                                                  En un lugar de la selva, en la antigua Kampuchea, hoy Camboya, uno de los países más pobres del mundo, todavía sembrado por millones de minas antipersona se halla una joya de la humanidad: Angkor. 

Una ciudad fantasma invadida por gigantescas raíces de árboles, animales y flores silvestres, surgida de unos tiempos en los que los hombres, no sólo soñaban con ser dioses, sino que lo eran. Un sitio mágico como pocos en el mundo, tan pletórico de belleza, aún decadente y enigmática como la que luce hoy día, que conmueve profundamente a todo aquel que lo visita. 

A principios del siglo XX sólo era posible llegar a ella navegando ríos y márgenes de lagos cenagosas, pero el progreso, que todo lo facilita y lo afea, se encargó de desbrozar la visión de este lugar prodigioso, pleno de santuarios en ruinas envueltos en polvo milenario; un espacio de refinamiento exquisito en mitad de la nada más salvaje. 

Se piensa, nada más llegar al recinto, en un país pobre y siempre al borde de la derrota, embarrado, teñido de verdes y rojos violentos (verde de la selva, rojo de la tierra)? ¡esto, esto! Porque no es fácil describirlo con palabras. Cualquier viajero artista confesaría su impotencia a la hora de relatar cabalmente la filigrana arquitectónica, la piedra hecha encaje de Angkor, la pureza de su misterio.

¡Espléndida visión! Templos, frisos, estatuas, rostros esculpidos que retan la mirada y la consuelan con sus promesas de riqueza y felicidad? 

Parece imposible, pero es cierto. Angkor es una alegría inesperada en el corazón de la jungla, paisaje que enamora y embriaga.
 
Sobre el imperio Jemer, los viejos historiadores contaban que se suponía que fue en la época de Alejandro Magno cuando una tribu emigrada de la India se estableció en las márgenes del gran río indochino después de vencer y subyugar a los indígenas, por entonces adoradores de serpientes. Los conquistadores llevaban consigo a sus dioses brahmánicos, sus leyendas ramayánicas, sus tesoros espirituales y su fuerza, que, unidos a una tierra fértil como la que habían encontrado, dieron como fruto la voluntad de construir templos gigantescos, levantados por soberanos omnipotentes que, influidos por nuevos misioneros llegados de la India, fueron cambiando los templos terribles de Brahma por otros en honor de Buda, de modo que las divinidades comenzaron poco a poco a mirar hacia abajo, y a sonreír con dulzura.




LA INFORMACIÓN QUE SE PROPORCIONA EN LA INTRODUCCIÓN ES QUE EN UN LUGAR DE LA SELVA, EN LA ANTIGUA KAMPUCHEA,, HOY CAMBOYA, UNO DE LOS PAÍSES MÁS POBRES DEL MUNDO, TODAVÍA SEMBRADO POR MILLONES DE MINAS ANTIPERSONAL SE HALLA UNA JOYA DE LA HUMANIDAD: ANGKOR. 

EL MENSAJE PRINCIPAL DE TODO EL TEXTO ES QUE AUN DESPUÉS DE MILES DE AÑOS
TODAVÍA EXISTEN ANTIGUOS TEMPLOS EN SELVAS INVADIDOS POR GIGANTESCOS ARBOLES, ANIMALES Y FLORES SILVESTRES.

LA REFLEXION O IDEA QUE EXPRESA EL CIERRE ES DE QUE EN HONOR DE BUDA DE MODO QUE LAS DIVINIDADES COMENZARON POCO A POCO A MIRAR HACIA ABAJO, Y A SONREIR CON DULZURA.


Escrito por: Lisset Bedolla

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